BASKETMANAGEMENT
- 22 September, 2006
- Editorial
Créanme, mi pasión por el baloncesto me ha llevado en muchos eventos internacionales al desencanto, debido a derrotas que se sucedían en los momentos claves. ¿Qué ha ocurrido en Japón (casualmente país de donde se han importado miles de técnicas empresariales relacionadas con el rendimiento de los rr.hh.) para alzarse con este triunfo?, ¿ha sido una cuestión de puro azar?, ¿debemos adjudicar a la suerte este resultado? La respuesta debemos encontrarla en otras variables que, sin duda, han aportado valor al trabajo realizado.
En management, vendemos a las organizaciones-clientes, la necesidad de que es necesario trabajar en grupo, no juntos sino implicados en la consecución de objetivos. Estos objetivos no se imponen, se convence al grupo de la necesidad de obtenerlos hasta que los miembros en particular, y el grupo en general, los interioricen como único fin. Igualmente en las reuniones con directivos, jefes de equipos, supervisores, responsables de grupos, manejamos argumentos del tipo “necesitamos líderes”, no jefes. Esto que parece una redundancia, supone formas de trabajo muy diferentes, ya que los líderes se ganan la voluntad de los miembros del grupo aunando intereses en función a los objetivos, los jefes imponen autoridad. En esta selección, a diferencia de lo que nos han vendido los medios, el gran líder no ha sido el gran jugador Pau Gasol (ha sido el líder técnico y mano derecha del gran líder), sino su entrenador, Pepu Hernández.
Esta figura ha sido fundamental en la planificación del trabajo, motivación, recursos que el grupo debía poseer y, sobre todo, en la dinámica de trabajo. Todos los miembros del equipo confiaban en la decisiones del técnico (ésta es la lealtad tan necesaria para el desempeño), sin entrar a valorarlas. Él realizó una cuidada descripción de puesto para cada uno de los jugadores y resto del staff técnico, adjudicándoles qué debían tomar como responsabilidad y cuál era el objetivo específico para cada una de sus actuaciones (organización del trabajo). Planteó el objetivo general a conseguir por el grupo, pero no queriendo correr antes de aprender a andar, los objetivos generales se consiguen en función a la consecución de objetivos específicos (buena preparación técnica, física, recursos, mentalidad ganadora, estar preparados para cuando algo salga mal, etc.).
Tras esto, lo difícil era motivar a este grupo en función de la realidad de conseguir la meta, la gran magia de la motivación, eso que en las empresas parece que todo se reduce a cuestiones de dinero o de vacaciones (¿creen que estos chicos hubiesen corrido más o jugado mejor porque les pagaran 1 millón de euros más a cada uno?). La motivación la encontró el entrenador en ubicar y generar expectativas individualizadas para cada uno de los miembros del equipo, haciéndoles ver lo importante que cada uno de ellos era para la consecución de los objetivos, y vendiéndoselas de manera diferente a cada uno de ellos, según sus características personales. Y, como no, una clave común en todo proyecto, en ciertos momentos poseer algo de “buena suerte”, o, como dice algún autor de libros, pensar en que la buena suerte va a estar con nosotros (energía positiva, vamos). Esa “buena suerte” en momentos difíciles ha estado en que el grupo ha compensado malos comportamientos individuales con la implicación del resto del grupo como tal.
Los resultados se han obtenido, se ha ganado, ¿qué “ruido”, alardes o megapresencia en medios ha realizado el líder, incluso en momentos personalmente muy dramáticos? Sus apariciones fueron las justas y necesarias para que el grupo crea que todo ha sido fruto del trabajo de los jugadores, esta dura circunstancia personal no despistó al líder del camino a seguir, la meta, el grupo posee un status que está por encima de las cuestiones particulares (cuánto deberían aprender los americanos y otros muchos).
Sería injusto, en esta dinámica de grupo, no destacar la labor de nuestro mejor jugador que además ha generado valor añadido al comportamiento grupal, me refiero a Pau Gasol, hombre que todos admiran por lo que ha conseguido a nivel profesional, pero que ha aportado el nivel de humildad, necesario en los grupos eficientes para que todos sepan que nadie es imprescindible en la consecución de objetivos, y que nadie se puede quedar fuera cuando quiere aportar implicación para los mismos. Piensen que la amistad entre integrantes del grupo (algo que nos presentan como imprescindible) es una condición recomendable pero, ni por asomo, garantizadora de éxitos, es más eficiente el respeto por tu compañero.
Estimado grupo de jugadores, nos habéis dado una lección de baloncesto a todo el mundo, pero además os pondré como ejemplo en mis sesiones de trabajo con empresas, para que sepan en qué variables se mueve el éxito de los grupos de trabajo, y es que habéis escrito un manual de management moderno.
GRACIAS TÍOS
RAFAEL CERA CERA
Consultor de Empresas