Con el síndrome postvacacional a cuestas

Uf... Qué pereza, qué desgana, qué sueño... Qué... Creo que todavía estoy con el síndrome postvacacional. Sí, sí, como lo oyen, síndrome postvacacional. Durante los últimos días de agosto he escuchado en la tele (mi adorada tele) y he leído en los periódicos tanto acerca de este mal, que he decidido que yo también lo tengo... Si uno de cada tres españoles lo tiene ¿por qué yo voy a ser menos?

Bueno, pues como os decía. Hace unos días empecé a trabajar otra vez. Cogí a mi síndrome postvacacional del cuello y me dispuse, con resignación, a acabar con él. Cuando llegué a la oficina (tuve dificultades para saber dónde estaba), me senté, encendí mi ordenador y ¿qué me encuentro? El correo electrónico “colapsao”. Más de 1.000 mensajes, casi todos ellos “correo basura”, estaban esperándome impacientemente en mi bandeja de entrada. Y pensé yo, ¿pero es que el odioso SPAM, JUNK, PHISHING... no descansa?    ¿Nunca se toman unas vacaciones? Cuando acabé de eliminar todos los e-mails estaba tan agotado que necesitaba tomarme otro descansito... En fin..., creo que si esta herramienta tuvo en sus inicios algún fin comercial ya lo ha perdido del todo y el “correo basura” ya no solo ha colapsado nuestros ordenadores, sino también nuestra paciencia. Seguro que han oído eso de “Tanto va el cántaro a la fuente que...”.