El "BOOM" que viene
- 2 September, 2008
- Editorial
Para 2030, la mitad de la población de todo el mundo pertenecerá a la clase media
En España, el piso, el seiscientos y el televisor eran los signos más claros del auge de la clase media a mediados de los años sesenta. Una tendencia que se fue acelerando hasta alcanzar al 58% de la población en las décadas de los setenta y ochenta. Ahora, las disparidades han aumentado por los extremos. Los mileuristas y las subidas de las hipotecas han empobrecido a buena parte de la población y, al mismo tiempo, el número de ricos es multiplicado por tres.
Es una tendencia común en los países más desarrollados. Sin embargo, a nivel global ocurre todo lo contrario: las diferencias se reducen. A un ritmo "dramático" desde el año 2000, asegura el economista Xavier Sala i Martín en un artículo publicado en 2006 en Quarterly Journal of Economics (revista trimestral sobre economía).
Cada vez hay más gente que puede considerarse clase media en el mundo, y los expertos prevén que esta tendencia se acelere hasta niveles no vistos desde la revolución industrial del siglo XIX. Sus consecuencias a nivel político, económico, social y medioambiental son indiscutibles.
Según un informe de Goldman Sachs, 2.000 millones de personas se sumarán de aquí al año 2030 a lo que se puede calificar como clase media global. Eso supondrá casi el 50% de la población de todo el mundo, lo que supone un cambio sin precedentes en la distribución de los ingresos y del poder de compra tal y como lo conocemos hasta ahora. Para 2050, el 60% del PIB mundial dependerá de las clases medias.
Como cabía esperar, China e India son las principales impulsoras de ese proceso. En 1990, sólo el 1% de la población china podía considerarse clase media. Hoy ya supone el 35% de sus 1.300 millones de habitantes, y representarán justo el doble, el 70%, en 2020. Pero no es algo exclusivo de estas potencias. Dentro de 12 años, uno de cada tres nuevos integrantes de la clase media procederá de fuera de China o India, pero, sin duda, Asia desempeñará un papel decisivo en estos cambios demográficos, aunque hasta ahora el liderazgo lo han llevado Latinoamérica y la Europa del Este.
Claro que la renta que se le asigna a esa clase media no es la que entendemos en los países desarrollados. El estudio sitúa la renta de la clase media global entre los 3.750 y los 18.780 euros anuales (entre 6.000 y 30.000 dólares, medido en paridad de poder de compra) frente a los parámetros españoles, que sitúan en ese segmento de la población a quienes ingresan entre 20.000 y 60.000 euros al año.
Las consecuencias no se harán esperar. Algunas, sin duda, muy positivas como la reducción de la pobreza. El número de personas con ingresos inferiores a los 1.000 dólares al año, los que viven con menos de tres dólares al día, pasará del 17% registrado en el año 2000 al 6% en el año 2015. Los cambios relacionados con los hábitos de consumo producirán un aumento de la demanda de productos más sofisticados -como la tecnología- y de mayor calidad -como la carne-. Se producirá entonces una presión creciente por los recursos, con especial incidencia en los relacionados con los combustibles, los alimentos y el agua. Esa competencia ejercerá fuertes presiones sobre el medio ambiente, aunque los expertos también creen que aumentará la conciencia ecologista. Y las presiones para lograr cambios políticos y sociales en los sistemas menos participativos pueden complicar la vida de muchos gobernantes. Así sucedió también a finales del siglo XIX.
El cambio en los equilibrios económicos globales ya se ha empezado a producir. En 1980, las siete mayores economías del mundo pertenecían en su totalidad al mundo desarrollado. En estos momentos, esa lista sitúa ya a China como cuarta economía mundial, por delante de países como Reino Unido y Francia. Para 2050 será China quien encabece la clasificación, India ocupará el tercer lugar, Brasil el cuarto y Rusia el quinto. Reino Unido no aparece en la lista hasta el puesto número ocho, Japón lo hace en décimo lugar y Alemania -actual primer exportador mundial- queda relegada al puesto número 12.
Más dramáticas, si se quiere, son las consecuencias para España. Cuando los Gobiernos de los últimos años han estado acariciando la idea de ingresar en el club de los países ricos, en el G-8, desbancando a Italia por nivel de renta, su sueño se desvanece antes de empezar a tomar forma. Para 2050, España ni siquiera aparece entre las 25 mayores economías del mundo, grupo que sí incluirá a países que ahora nos parecen tan pobres como Vietnam, Turquía o México. Es el coste de la globalización....
Un coste que ya hemos empezado a notar también en el bolsillo. Aunque no hay una única causa que explique la fuerte subida de los precios de los alimentos en los dos últimos años, el aumento de la demanda de países emergentes actúa sin duda como un fuerte impulsor de la subida, y lo mismo sucede con el petróleo. Diversos analistas explican que son cambios estructurales que han llegado para quedarse y que impedirán que los precios vuelvan a bajar a los niveles de los que hemos disfrutado en la última década.
Como asegura Moisés Naim, "nuestra adaptación a un mundo con una clase media más numerosa que nunca está recién comenzando".